Salamanca y su tierra

LEER EL PAISAJE

Miguel de Unamuno

CANCIONERO


Salamanca y el Campo Charro

SALAMANCA

Alto soto de torres que al ponerse
tras las encinas que el celaje esmaltan
dora a los rayos de su lumbre el padre
Sol de Castilla;

bosque de piedras que arrancó la historia
a las entrañas de la tierra madre,
remanso de quietud, yo te bendigo,
¡mi Salamanca!

Miras a un lado, allende el Tormes lento,
de las encinas el follaje pardo
cual el follaje de tu piedra, inmoble,
denso y perenne.

Y de otro lado, por la calva Armuña,
ondea el trigo, cual tu piedra, de oro,
y entre los surcos al morir la tarde
duerme el sosiego.

Duerme el sosiego, la esperanza duerme
de otras cosechas y otras dulces tardes,
las horas al correr sobre la tierra
dejan su rastro.

Al pie de tus sillares, Salamanca,
de las cosechas del pensar tranquilo
que año tras año maduró en tus aulas,
duerme el recuerdo.

Duerme el recuerdo, la esperanza duerme
y es tranquilo curso de tu vida
como el crecer de las encinas, lento,
lento y seguro.

De entre tus piedras seculares, tumba
de remembranzas del ayer glorioso,
de entre tus piedras recojió mi espíritu
fe, paz y fuerza.

En este patio que se cierra al mundo
y con ruinosa crestería borda
limpio celaje, al pie de la fachada
que de plateros

ostenta filigranas en la piedra,
en este austero patio, cuando cede
el vocerío estudiantil, susurra
voz de recuerdos.

En silencio fray Luis quédase solo
meditando de Job los infortunios,
o paladeando en oración los dulces
nombres de Cristo.

Nombres de paz y amor con que en la lucha
buscó conforte, y arrogante luego
a la brega volvióse amor cantando,
paz y reposo.

La apacibilidad de tu vivienda
gustó, andariego soñador, Cervantes,
la voluntad le enhechizaste y quiso
volver a verte.

Volver a verte en el reposo quieta,
soñar contigo el sueño de la vida,
soñar la vida que perdura siempre
sin morir nunca.

Sueño de no morir es el que infundes
a los que beben de tu dulce calma,
sueño de no morir ese que dicen
culto a la muerte.

En mi florezcan cual en ti, robustas,
en flor perduradora las entrañas
y en ellas talle con seguro toque
visión del pueblo.

Levántense cual torres clamorosas
mis pensamientos en robusta fábrica
y asiéntese en mi patria para siempre
la mi Quimera.

Pedernoso cual tú sea mi nombre
de los tiempos la roña resistiendo,
y por encima al tráfago del mundo
resuene limpio.

Pregona eternidad tu alma de piedra
y amor de vida en tu regazo arraiga,
amor de vida eterna, y a su sombra
amor de amores.

En tus callejas que del sol nos guardan
y son cual surcos de tu campo urbano,
en tus callejas duermen los amores
más fugitivos.

Amores que nacieron como nace
en los trigales amapola ardiente
para morir antes de la hoz, dejando
fruto de sueño.

El dejo amargo del Digesto hastioso
junto a las rejas se enjugaron muchos,
volviendo luego, corazón alegre,
a nuevo estudio.

De doctos labios recibieron ciencia
mas de otros labios palpitantes, frescos,
bebieron del Amor, fuente sin fondo,
sabiduría.

Luego en las tristes aulas del Estudio,
frías y oscuras, en sus duros bancos,
aquietaron sus pechos encendidos
en sed de vida.

Como en los troncos vivos de los árboles
de las aulas así en los muertos troncos
grabó el Amor por manos juveniles
su eterna empresa.

Sentencias no hallaréis del Triboniano,
del Peripato no veréis doctrina,
ni aforismos de Hipócrates sutiles,
jugo de libros.

Allí Teresa, Soledad, Mercedes,
Carmen, Olalla, Concha, Bianca o Pura,
nombres que fueron miel para los labios,
brasa en el pecho.

Así bajo los ojos la divisa del amor,
redentora del estudio,
y cuando el maestro calla, aquellos bancos
dicen amores.

Oh, Salamanca, entre tus piedras de oro
aprendieron a amar los estudiantes
mientras los campos que te ciñen daban
jugosos frutos.

Del corazón en las honduras guardo
tu alma robusta; cuando yo me muera
guarda, dorada Salamanca mía,
tú mi recuerdo.

Y cuando el sol al acostarse encienda
el oro secular que te recama,
con tu lenguaje, de lo eterno heraldo,
di tú que he sido.

LA TORRE DE MONTERREY A LA LUZ DE LA LUNA

Torre de Monterrey, cuadrada torre,
que miras desfilar hombres y días,
tú me hablas del pasado y del futuro

De día el sol te dora y a sus rayos
se aduermen tus recuerdos vagarosos,
te enjabelga la luna por las noches
y se despiertan,

Velas tú por el día, enajenada,
confundida en la luz que en sí te sume
y en las oscuras noches te sumerges
en la inconciencia.

Mas la luna en unción dulce al tocarte
despiertas de la muerte y de la vida,
y en lo eterno te sueñas y revives
en tu hermosura.

¡Cuántas noches, mi torre, no te he visto
a la unción de la luna melancólica
despertar en mi pecho los recuerdos
de tras la vida!

De la luna la unción por arte mágica
derrite la materia de las cosas
y su alma queda así flotante y libre,
libre en el sueño.

Renacer me he sentido a tu presencia,
torre de Monterrey, cuando la luna
de tus piedras los sueños libertaba
y ellas cedían,

Y un mundo inmaterial, todo de sueño,
de libertad, de amor, sin ley de piedra,
mundo de luz de luna confidente
soñar me hiciste.

Torre de Monterrey, dime, mi torre,
¿tras de la muerte el sol brutal se oculta
o es la luna, la luna compasiva,
del sueño madre?

¿Es ley de piedra o libertad de ensueño
lo que al volver las almas a encontrarse
las unirá para formar la eterna
torre de gloria?

Torre de Monterrey, soñada torre
que mis ensueños madurar has visto,
tú me hablas del pasado y del futuro
Renacimiento.

EL REGAZO DE LA CIUDAD

El regazo de la ciudad
Es, mi ciudad dorada, tu regazo
como el regazo amado en que reside
el corazón que por el nuestro late;
regazo de sosiego
preñado de inquietudes
sereno mar de abismos tormentosos.

En él se vive en paz soñando guerra;
las horas en silencio
dejan oír la voz con que nos llama
la eternidad a la abismal congoja.

Es, mi ciudad dorada, tu regazo
un regazo de amor todo amargura,
de paz todo combate
y de sosiego en inquietud basado.

ATARDECER DE ESTÍO EN SALAMANCA

Del color de la espiga triguera
ya madura
son las piedras que tu alma revisten,
Salamanca,
y en las tardes doradas de junio
semejan tus torres
del sol a la puesta
gigantescas columnas de mieses
orgullo del campo
que ciñe tu solio.
Desde lo alto derrama su sangre,
lluvia de oro,
sobre ti el regio sol de Castilla,
pelícano ardiente,
y en tus piedras anidan palomas
que arrullan en ellas
eternos amores
al acorde de bronces sagrados
que lanzan al aire
seculares quejas
de los siglos.
Los vencejos tu cielo repasan
poblando su calma
con hosanas de vida lijera,
jubilosa,
las tardes de estío,
y este cielo, tu prez y tu dicha,
Salamanca,
es el cielo que esmalta tus piedras
con oro de siglos.

Como poso del cielo en la tierra
resplende tu pompa,
Salamanca,
del cielo platónico
que en la tarde del Renacimiento
cabe el Tormes fray Luis meditando
soñara.
Sobre ti se detienen las boras,
de reveza,
soltando su jugo,
su savia de eterno,
y en tus aguas se miran los siglos
dejando a la historia
colmar su regazo
con frutos de otoño.
Cuando puesto ya el Sol, de tu seno
rebotan tus piedras
el toque de queda
me parecen los siglos mejerse,
que el tiempo se anega,
y vivir una vida celeste
–¡quietud y visiones!–
¡Salamanca!

Sobre ti se detienen las horas,
de reveza17,
soltando su jugo,
su savia de eterno;
y en tus aguas se miran los siglos
dejando a la historia
colmar tu regazo
con frutos de otoño.
Cuando puesto ya el Sol, de tu seno
rebotan tus piedras
el toque de queda,
me parecen los siglos mejerse’8,
que el tiempo se anega,
y vivir una vida celeste
—¡quietud y visiones!—
¡Salamanca!

29-V-1908.

HAN VUELTO LOS VENCEJOS…

Han vuelto los vencejos;
las cosas naturales vuelven siempre;
las hojas a los árboles,
a las cumbres las nieves.

Han vuelto los vencejos;
lo que no es arte vuelve;
vuelta constante es la naturaleza
por cima de las leyes.

Han vuelto los vencejos;
¿ves como todo vuelve?
todo lo que ha brotado al sol desnudo,
de la inexhausta fuente;
todo lo que no fue de algún propósito
producto endeble.

Han vuelto los vencejos;
¡augusto ritmo, única ley perenne!
¡el año es una estrofa
del canto permanente!
Todo vuelve, no dudes, todo vuelve;
vuelve la vida;
¡vuelve la muerte!
¡cuanto tiene raíces en la vida
al fin y al cabo vuelve!

¡Han vuelto los vencejos,
y al pecho aquellas mismas ansias vuelven…!
Ahora comprenderás lo que en la vida
quiere decirnos: «¡Siempre!»
Siempre, quiere decir la vuelta, el ritmo,
la canción de la mar en la rompiente;
si la ola se retira
ha de volver, pues es de lo que vuelve.
Vuelve todo lo que es naturaleza,
y tan sólo se pierde
lo que es remedo vano de los hombres,
sus artificios, invenciones, leyes…

Han vuelto los vencejos,
como ellos vuelven… siempre!:
con su alegre chillar el aire agitan
y el cielo, con su rau’do ir y volverse,

al caer de la tarde
cobrar vida parece.
No se posan ni paran, incansables;
sus pies ¿a qué los quieren?
les basta con las alas,
criaturas celestes.
Con ritmo de saeta, ritmo yámbico,
los versos vivos de su vuelo tejen,
chillando la alegría
de sentirse vivientes…

Han vuelto los vencejos;
íos deí año pasado, los de siempre,
los mismos de hace siglos,
los del año que viene,
los que vieron volar nuestros abuelos
encima de sus frentes natura fuerte,
y encima de las suyas nuestros nietos
verán también volar, negros y leves.
Han vuelto los vencejos;
criaturas del aire que no mueren
—¿quién muertos íos ha visto?—
heraldos de la vida, amantes fieles
del largo día de la mies dorada;
¡han vuelto los de siempre…!
¡Vencejos inmortales,
alados hijos de natura fuerte
heraldos de cosechas y vendimias,
mensajeros celestes,
bienvenidos seáis a nuestro cielo,
vosotros… los de siempre!

Abril, 1908.

EN LA CATEDRAL VIEJA DE SALAMANCA

Sancta Ovetensis,
Pulchra Leonina,
Dives Toletana,
Fortis Salmantina

Sede robusta, fuerte Salmantina,
tumba de almas, dura fortaleza,
siglos de soles viste
dorar tu torre.

Dentro de ti brotaron las plegarias
cual verdes palmas aspirando al cielo
y en rebote caían
desde tus bóvedas.

Este el hogar de la ciudad fue antaño;
aquí al alzarse en oblación la hostia,
con las frentes dobladas
y de rodillas,

temblando aún los brazos de la lucha
contra el infiel, sintieron los villanos
en sus ardidos pechos
nacer la patria.

Mas hoy huye de ti la muchedumbre
y tan sólo uno y otro, sin mirarse,
buscan en ti consuelo
o tal vez sombra.

Templo esquilmado por un largo culto
que broza y cardo sólo de sí arroja,
tras de barbecho pide
nuevo cultivo.

Sólo el curioso turba tu sosiego,
de estilos disertando entre tus naves,
pondera tus columnas
elefantinas.

El silencio te rompe de la calle
viva algazara y resonar de turbas,
es el salmo del pueblo
que se alza libre.

Libre de la capucha berroqueña
con que fe berroqueña lo embozara,
libre de la liturgia,
libre del dogma.

¡Oh mortaja de ¡piedra, ya ni huesos
quedan del muerto que guardabas, polvo
por el soplo barrido
del Santo Espíritu!

Ellos sin templo mientras tú sin fieles,
casa vacía tú y fe sin casa
la nueva fe que a ciegas
al pueblo empuja.

En tus naves mortal silencio, y frío,
y en las calles, sin bóvedas ni arcadas,
calor, rumor de vida
de fe que nace.

Las antiguas basílicas, las regias
salas de la justicia ciudadana
brindáronle su fábrica
del Verbo al culto.

Y el Espíritu Santo que en el pueblo
va a encarnar, redentor de las naciones,
¿dónde hallará basílica, 1
de sede regia?

Quiera Dios, vieja sede salmantina,
que el pueblo tu robusto pecho llene,
florezca en tus altares
un nuevo culto,

y tu hermoso cimborrio bizantino
se conmueva al sentir cómo su seno
renace oyendo en salmo
la Marsellesa.

LA PARRA DE MI BALCÓN

El sol de otoño ciernes de mi alcoba
en el ancho balcón, rectoral parra
que de zarcillos con la tierna garra
prendes su hierro. Y ritmo alguna trova
en ratos que el oficio no me roba
a tu susurro, de esta tierra charra
viejo eco de canción. No irán a jarra
cual las que sufren del lagar la soba,
parra de mí balcón, tus verdes uvas;
para mi mesa guardo los opimos
frutos del sol de otoño bien repletos;
no quiero que prensados en las cubas
del vino se confundan mis racimos
y con ellos se pierdan mis sonetos.

26-X-1910.

CARRETERA DE ZAMORA

¡Oh, clara carretera de Zamora,
sonadero feliz de mi costumbre,
donde en el suelo tiende el soJ su íumbre
desde que apunta hasta que rinde su hora!

¡Cómo tu cielo aquí en mi pecho mora
y me alivia la grasa pesadumbre
de esta ya más que mucha muchedumbre
de París, que el reposo me devora!
Bulevares, esquares”, avenidas,
sumideros del Metro, ¡qué albañales
del curso popular, con sus crecidas!
senaras24 de la Armuña, ¡qué pañales
distéis a mis ensueños! ¡Cuántas vidas
abortan en las grandes capitales!

París, 24-IX-1925.

SALAMANCA, DESDE HENDAYA

I
¡Ay, que en estas negras noches
Salamanca, Salamanca,
viene a visitarme en sueños
la vida que di a mi España!
Que en las noches del destierro,
Salamanca,
me pueblan las soledades
las vergüenzas que ahí se pasa.
Que aquí está mi fortaleza,
Salamanca,
pero… no, nada de pero,
la libertad en mi casa.
Y es libertad el destierro,
Salamanca,
hasta mejor en mazmorra
que en estrado con mordaza.
En el desierto doy voces,
Salamanca,

oyen las piedras piadosas
y hasta el cielo me levantan.
Justicia y verdad son uno,
Salamanca,
Dios lo quiere, Dios lo quiere,
su voluntad es mi casa.
Doy al César lo del César,
Salamanca,
y a Dios la verdad-justicia
que es patrimonio del alma.
Por mucho que el pecho añore,
Salamanca,
el aire claro de Gredos
que hace corazón a España
la verdad-justicia pide,
Salamanca,
la libertad del destierro
aire del alma enjaulada.
Te llevo en mí con mi vida,
Salamanca,
y el aire claro de Gredos
dejó en mí verdad de España.
«Salamanca enseña», dice,
Salamanca,
la enseña con que tu Escuela25
hace de verdades gala.
Del Almanzor en la cumbre,
Salamanca,
aprendí verdad-justicia
que es religión de la patria.

Hendaya, 1927.

II

La leyenda negra, ia leyenda blanca,
la leyenda roja, la leyenda azul,
mócense leyendas, nubes, Salamanca,
de tu cielo de oro bajo el claro tul.
La negra leyenda, la blanca leyenda,
la roja leyenda, la azul, al pasar
tejen en tu cielo una linda venda
con que Dios bendito nos venda al mirar.

Hendaya, 30-V-1929.

NOSTALGIA

Agua del Tormes,
nieve de Gredos,
sal de mi tierra,
sol de mi cielo,
pan de la Armuña mollar y prieto,
leche de cabra del llano escueto,
puestas de soles de rosa eterno,
sombra de encina que espeja el Puerto,
cantos de charros,
todo recuerdos;
la carretera de mis paseos,
de lazarillo, soñaba el ciego26;
balcón de estío, ¡ay, mis vencejos!
Catedral Vieja, queda lo eterno;
Santo Domingo, reposo inquieto;
Arco la Lapa, fervor obrero;
bancos del aula de mis ensueños;
noches de casa junto al brasero,
duermen los míos, canta el sereno;
siglos de vida que se me fueron.

Hendaya, 29-IX-1928.

ES DE NOCHE, EN MI ESTUDIO

Es de noche, en mi estudio.
Profunda soledad; oigo el latido
de mi pecho agitado
es que se siente solo,
y es que se siente blanco de mi mente
y oigo a la sangre
cuyo leve susurro
llena el silencio.
Diríase que cae el hilo líquido
de la clepsidra al fondo.
Aquí, de noche, solo, este es mi estudio;
los libros callan;
mi lámpara de aceite
baña en lumbre de paz estas cuartillas,
lumbre cual de sagrario;
los libros callan;
de los poetas, pensadores, doctos,
los espíritus duermen;
y ello es como si en torno me rondase
cautelosa la muerte.
Me vuelvo a ratos para ver si acecha,
escudriño lo oscuro,
trato de descubrir entre las sombras
su sombra vaga,
pienso en la angina;
pienso en mi edad viril; de los cuarenta
pasé ha dos años.
Es una tentación dominadora
que aquí, en la soledad, es el silencio
quien me la asesta;
el silencio y los sombras.
Y me digo: «Tal vez cuando muy pronto
vengan para anunciarme
que me espera la cena,
encuentren aquí un cuerpo
pálido y frío
la cosa que fuí yo, éste que espera ,
como esos libros silencioso y yerto,
parada ya la sangre,
yeldándose en las venas,
el pecho silencioso
bajo la dulce luz del blando aceite,
lámpara funeraria.»
Tiemblo de terminar estos renglones
que no parezcan
extraño testamento,
más bien presentimiento misterioso
del allende sombrío,
dictados por el ansia
de vida eterna.
Los terminé y aún vivo.

EL CAMPO DE SAN FRANCISCO

Enterraré en ti, mi visión del Campo
de San Francisco,
hambre loca de imposible sosiego,
raíz de Cristo.
Cubren cipreses a las áureas torres,
cielo divino,
y canta en mayo su prieta verdura
fruto de trinos…
soñando en la mar el agua canta
reló de siglos…
¡Qué montón de momentos, puro monte
místico, místico,
monta escalando de Dios el peldaño,
fuente de ríos;
recuerdos enterrados, vida
tras tierno olvido…
Toma tierra el cielo, cielo la tierra,
carne de Cristo;
la Dolorosa con sus siete espadas,
fiel acerico,29
rojo fruto, corazón todo madre,
trágico sino,
y el dolor sin orillas se hace lago
claro, tranquilo,
en dulce paz de descanso soñado,
azul cobijo,
mi humilde, pobre hermano, santo Campo
de San Francisco.

29-111-1930.

RENACIENTE MARAVILLA

¡Salamanca, Salamanca,
renaciente maravilla,
académica palanca
de mi visión de Castilla!
Oro en sillares de soto
de las riberas del Tormes,
de viejo saber remoto
guardas recuerdos conformes.
Hechizo salmanticense
de pedantesca dulzura,
gramática del Brócense,30
florón de literatura.
¡Ay, mi Castilla latina
con raíz gramatical!
¡Ay, tierra que se declina
por luz sobrenatural!

18-VIII-1930.

LA CARRETERA DE ZAMORA

Carretera de Zamora,
cuesta arriba, cuesta abajo;
los siglos me dieron la hora
de soñar, ¡recio trabajo!
Se acuesta en torno la Armuña,
cuesta abajo, cuesta arriba;
el cielo a la tierra acuña
y sus entrañas cautiva.
Carretera de los años
de mis ansias de consuelo,
no padece desengaños
quien se entrega sólo al cielo.
¡Carretera de Zamora
al salir de Salamanca;
los siglos nos dan la hora,
final de que todo arranca!

Salamanca, 18-XII-1932.

EL CRISTO DE CABRERA

(Recuerdo del 21 de mayo de 1899)

¡Valle de selección en que el silencio
melancolía incuba,
asilo de sosiego,
crisol de la amargura,
valle bendito,
solitario retiro
del Cristo de Cabrera,
tu austera soledad bendita sea!

La encina grave
de hoja oscura y perenne
que siente inmoble
ía caricia del aire,
derrama austeridad por el ambiente,
y como en mar, allá, del horizonte,
en el confín se pierde…
¡Ay, quién me diera
libre del tiempo,
en tu calma serena
descansar renunciando a todo vuelo,
y en el pecho del campo
bajo la encina grave
en lo eterno, alma mía, asentarte
a la muerte esperando!
Aquí el morir un derretirse dulce
en reposo infinito debe ser,
en el río que fluye
del mar eterno,
un henchirse en su seno
de vida soberana,
en que se anega el alma,
un retorno a la fuente del ser…
¡Oración mística
del ámbito allí se alza silenciosa,
resignación predica
e inconciente esperanza la campiña,
allí callan las horas
suspensas del silencio
bajo el misterio,
voz de ¡a eternidad!
Mana cordial tristeza
de la difusa luz que de la encina
el ramaje tamiza
y es la tristeza
calma serena.
Del Cristo la capilla,
humilde y recogida,
las oraciones del contorno acoge;
es como el nido
donde van los dolores
a dormir en los brazos del Cristo.
Del sosegado valle
el espíritu suave
cual celestial rocío en el santuario
cuaja invisible;
es el alma del campo
que, a su vez, culto rinde
del Hombre al Hijo,
diciendo a su manera
con misterioso rito
que es cristiana también Naturaleza.
La noche de la cena
con el alma del hombre
henchida hasta la muerte de tristeza,
se retiró Jesús como a oratorio
del olivar al monte,
y allí puesto de hinojos
y en él el Hombre y Dios en recia lucha
pidió a su Padre le apartara el vaso
de la amargura,
hasta al fin, sumiso
vencedor del combate soberano,
manso cordero, dijo:
«¡Mi voluntad no se haga, mas la tuya!»
Bajó entonces del cielo
a confortarle un ángel
y en las angustias del dolor supremo
sudó gotas de sangre,
gotas que descendían a la tierra,
a la tierra, su madre,
las entrañas bañándola en tristeza
y en zumo de pesares.
Por eso cuando el sol en el ocaso
se acuesta lento,
como perfume espiritual del campo
sube místico rezo,
que es como el eco
que de los siglos al través repite
el resignado ruego
de la pobre alma hasta la muerte triste,
¡de aquel sudor de sangre es el incienso!
¡Allí en Cabrera,
al caer de la tarde
al corazón acude aquella escena
del más fecundo duelo,
mientras desciende al valle
santo sosiego!
Rústica imagen
de foco sirve
a los anhelos de la pobre gente
que al conjuro sutil de aquel paraje
concurre triste
a cerner sus pesares
del encinar en la quietud solemne,
o rebosando gozo,
de la promesa en alas,
para rendir de gratitud el voto
acude consolada.
No es de tal imagen ni aun trasunto vago
del olímpico cuerpo que forjaron
los que con arte y juego
poema hicieron de ía humana forma,
si no torpe bosquejo
de carne tosca
con sudor amasada del trabajo
en el molde de piedra
sobre la dura tierra.
Aquella fealdad y grosería
de pobrs monstruo humano
que en sí el fruto recoge
que los vicios sembraron de los hombres,
honda piedad inspiran
al pobre Cristo
amasado con penas,
al Cristo campesino
del valle de Cabrera.
Del leño a que sus brazos
están clavados,
penden de ex votos cintas
y pinturas sencillas
que en tosquedad al Cristo se aparejan
en la cámara ostentan
sencilla fe.
¡Cuántos del corazón al cáliz vivo,
de congojas henchido,
llevaron a sus pies cual pía ofrenda,
la más preciada y tierna,
y rebasó la pena,
y en llanto se vertió!
¡Cuántos bajo el mirar de aquella imagen,
mirar hierático,
dulce efluvio sedante
sintieron que sus penas adormía
y que el divino bálsamo
tornábales al sueño de la vida
a la resignación!
Y al salir de la ermita,
al esplendor del campo,
llevando en la retina
del tosco Cristo los tendidos brazos,
soñar debieron en borroso ensueño
que desde el alto cielo
lleno de paz,
el Amor que en su seno recogiera
del mundo las flaquezas,
del trabajo las penas,
a posarse piadoso bajó al suelo
¡y abrazó al campo con abrazo tierno
el infinito Amor!

AL TORMES

Desde Gredos, espalda de Castilla,
rodando, Tormes, sobre tu dehesa,
pasas brezando el sueño de Teresa
junto a Alba la ducal dormida villa.

De La Flecha gozándote en la orilla
un punto te detienes en la presa
que el soto de Fray Luis cantando besa
y con tu canto animas al que trilla.

De Salamanca cristalino espejo
retratas luego sus doradas torres,
pasas solemne bajo el puente viejo

de los romanos, y el hortal recorres
que Meléndez cantara. Tu consejo
no de mi pecho, Tormes mió, borres.

24-IX-1910.

JUNTO A LA LAGUNA DEL CRISTO EN LA ALDEHUELA DE YELTES, UNA NOCHE DE LUNA LLENA

Noche blanca en que el agua cristalina
duerme queda en su lecho de laguna
sobre la cual redonda llena luna,
que ejército de estrellas encamina

vela, y se espeja una redonda encina
en el espejo sin rizada alguna;
noche blanca en que el agua hace de cuna
de la más alta y más honda doctrina.

Es un rasgón del cielo que abrazado
tiene en sus brazos la Naturaleza,
es un rasgón del cielo que ha posado

y en el silencio de la noche reza
la oración del amante resignado
sólo al amor, que es su única riqueza.

12-X-1910.

HERGUIJUELA DE LA SIERRA

Erguijuela de la Sierra,
¡ay, iglesuela en cuclillas,
abrigando a tus polluelos
mientras les pasa la vida!
En un rincón que se pierde

tras el verdor, en la umbría,
apretaditas las casas
para hacerse una fajina.
Erguijuela de la Sierra,
que al pasar vi por encima;
¡qué raices me ha echado
aquel vistazo de prisa!

Hendaya, 28-VI-1928.

LA PEÑA DE FRANCIA

Madre Blanca de Castilla,
que a Francia le dio un rey Santo;
maternidad castellana
de corazón todo blanco.
Nuestra Señora la Virgen,
Madre de Dios soberano,
la de la Peña de Francia
en el corazón serrano
de España, sobre las Hurdes,
de Extremadura barranco;
maternidad castellana,
que está de piedad sangrando.
Peña de Francia desnuda,
¡ay, corazón descarnado!;
Madre Blanca de Castilla
diole a Francia Luis el Santo.

Hendaya, 18-IX-1928.

TIERRAS SALMANTINAS

La nava salamanquina
al sol entre Duero y Tajo,
en Extremadura estribo
encinares, montes llanos.
Rocas de Ávila, Castilla,
de España castillo mágico,
de León, frontera muerta
en soledades del páramo.
Arévalo, Benavente,
Plasencia, ¡sus altibajos!
Gredos hilando en su rueca
hilos para Duero y Tajo.

Hendaya, 18-1-1929.

Tierra de Salamanca, tierra
donde en la roca, corazón
resuena el eco de la sierra;
¡el Tremedal, el Tenebrón!
Florida de Liébana, en llano
ondea en verdor de la mies
del lecho del mar castellano
sin agua, y el cielo pavés.
Enhiestos islotes las rocas,
pobres lagunas del Trampal,
¿son ojos de cumbre o son bocas?
Sed de luz sobrenatural.

Hendaya, 26-111-129.

EL CRISTO DE LA LAGUNA

¡Ay, Cristo de la Laguna,
cómo tus castas encinas
en las aguas cristalinas
ven desdoblada la Luna!
Y a la vez se ven en ellas
flotando entre cielo y cielo
y envueltas en el consuelo
nocturno de las estrellas.
Laguna del Cristo, espejo
de la soledad del monte,
la Peña da a tu horizonte
un convento por cortejo41.
¡Ay, mi Laguna del Cristo’.,
los años ya que me viste;
pero la visión resiste
y a aquél que te vio me has visto.

Salamanca, 17-VIII-1930.

Cancionero (Miguel de Unamuno)

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