Las Batuecas

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EL VALLE DE LAS BATUECAS

Lope de Vega: Las Batuecas del Duque de Alba


Imágenes (foto jjferia):

La Alberca y el Monasterio de San José de las Batuecas

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Plaza Mayor de La Alberca engalanada en la festividad del Corpus Cristi (foto jjferia)

Al comienzo de la comedia asistimos a la vida cotidiana de los batuecos (entonces habitantes de Las Hurdes y de la actual Batuecas) como gentiles entregados a las pulsiones de la naturaleza en completo aislamiento y salvajismo. El primer acto se cierra con la irrupción de don Juan y Brianda, una pareja de criados del duque de Alba que, ante la imposibilidad de realizar su amor sin infringir el servicio a su señor y ayudados por don Mendo, deciden huir de la villa ducal y acaban llegando al recóndito valle de Las Batuecas. Los batuecos acabarán reconociendo como su rey a Brianda, disfrazada de varón con el nombre de Celio. La presencia del Duque de Alba, clausurará el tercer acto perdonando a la pareja de enamorados y agregando la intrincada y recóndita comarca a sus dominios. En esta escena inicial, los bárbaros batuecos, reunidos en asamblea discuten la conveniencia de elegir un rey según la propuesta del viejo Triso, quien, ante un insólito hallazgo, sospecha que no están solos en el mundo:

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Monasterio carmelita del Santo Desierto de San José del Monte en Las Batuecas (foto jjferia)

LAS BATUECAS DEL DUQUE DE ALBA

Acto I (fragmento)

(Salen TRISO, MARFINO, PELASGO, DARINTO, bárbaros con pieles y melenas cortas, y bastones en las manos.)

MARFINO:
Parece que ensoñaste esas locuras.
PELASGO:
Una mayor que todos de que suerte.
DARINTO:
¿Sujetos dice Triso que seamos
a un home como todos?
MARFINO:
Non se acuerdan
los más ancianos del batueco valle
de haber oído sus mayores, Triso,
que jamás algún home de nosotros
hobiese sido más que sus iguales.
DARINTO:
La ignorancia, Marfino, por ventura,
habrá sido la causa.
MARFINO:
¿Qué ignorancia?
Nosotros habitamos este valle
cerrado destos montes espesísimos,
cuyas sierras empinan sus cabezas
a topetar con las estrellas mismas,
sin que jamás ninguno haya sabido
quién fue el primero que nos dio principio.
En esta lengua habramos, estas chozas
nos cubren, estos árboles sutentan,
y la caza que matan nuestros arcos.
Si vivimos en paz sin ser regidos,
y nos habemos aumentado tanto,
¿por qué das ocasión que nos deshaga
alguna envidia, donde nunca reina?

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Rincón típico de la localidad salmantina de La Alberca cercana a Las Batuecas (foto jjferia).

TRISO:
Cosas que se descubren cada día
en este valle la ocasión me han dado,
por donde cuido, que es mayor el mundo
de lo que en nuesa imaginación cabe;
que no es posible que el amor primero,
que nos hizo a nosotros, no crïase
otros también.
DARINTO:
Estrañas cosas dices;
¿más homes que nosotros?, ¿por adónde?
¿Tú non ves que han subido esas montañas
atrevidos garzones, y se han vuelto
diciendo que se agora el mundo en ellas,
y que más en las puntas por las nubes?
TRISO:
¡Ah, Darinto! ¿Es posible que el que fizo
aquel sol tan fermoso y rellociente,
con la luna tan branca y rellanada,
uno con cara de oro, otro de prata,
y todas las estrellas que los cercan;
estas fuentes que corren, estos árboles,
estas frutas y caza solamente
las fizo y las crïo para tan pocos?
PELASGO:
¿Pocos te parecemos?
TRISO:
¿Pues qué somos,
para que tal grandeza merezcamos?
MARFINO:
Calla, que esas estrellas, Sol y Luna
son manchas de la capa de los cielos.
TRISO:
Las manchas son defetos en las capas,
y allí semejan guarniciones ricas;
pero decidme, si este valle fuera
la redondura de la tierra toda,
estos arroyos, que corriendo vemos,
y estos ríos, que siempre se despeñan,
luego como tocaban en el cabo
volvieran otra vez encia nosotros.
PELASGO:
¡Qué cosas tan estrañas que conjuñas!
DARINTO:
Las que se hallan muestran que otros homes
habitaron aquí, mas non preñoran
que haya gente pasados estos montes.
TRISO:
¿Qué pudieron tener que se igualasen
a lo que ayer hallé, que traigo envuelto
en esta piel, por admirable cosa?
MARFINO:
¿Qué hallaste?
TRISO:
Veislo aquí, juzgad ahora
quién pudo facer obra tan estraña.

(Desenvuelva una piel, y saque una espada vieja muy mohosa.)

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Detalle de la Plaza Mayor de la localidad salmantina de La Alberca (foto jjferia).

El Duque de Alba aparece en escena en el acto tercero. Unos labradores de la vecina Miranda del Castañar, a la sazón bajo la jurisdición del Duque de Alba, que han salido en persecución de unos batuecos se encuentran con el Duque. Uno de ellos le informa de la orografía del terreno y el origen de sus pobladores:

ACTO III (fragmento)

LUCINDO:
Cierrase un valle, el más profundo y solo
que en el mundo formó naturaleza,
de inmensos montes, que de eterna nieve
cubiertos a la vista el paso impiden,
cuanto más a los pies, que no se sabe
que hayan puesto las plantas en su estremo.
Aquí dicen que viven, y no es fábula,
unos hombres o monstruos, que estos días
han subido a robar nuestros lugares.
El cura revolvió todos sus libros,
y dice, que si aquí viven salvajes,
que sin duda serán de aquellos hombres
que se escondieron entre aquestas peñas
huyendo de los moros africanos,
cuando el godo Rodrigo perdió a España.

Felix Lope de Vega (1562-1635): Las Batuecas del Duque de Alba.

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Monasterio carmelita del Santo Desierto de San José del Monte en Las Batuecas (foto jjferia)

Las Batuecas, como obra en gran parte de los frailes que poblaron su soledad, como obra de solitarios contemplativos, ofrece una riquísima variedad de especies arbóreas. Diríase un jardín botánico abandonado. Y en esto me recordaba el valle de Guadalupe ‒éste mucho más extenso‒, obra de aquellos jerónimos de que nos ha dejado perenne recuerdo el padre Sigüenza. Alcornoques, encinas, robles, tejos, avellanos, cipreses, madroños, olivos … y luego frutales de varias clases. Y allá, por los riscos, la ruina de una ermita junto a un ciprés. Pero no voy a descubriros las Batuecas. Sentíame embargado por esa extraña sensación de la reminiscencia de ir despertando a la vista de la realidad presente mi viejo recuerdo de la visita que hice a las Batuecas hace dieciséis o dieciocho años.
Las Batuecas tienen su valor proverbial en nuestra literatura. Y Legendre me dijo que madame de Genlis escribió una novela, Les Batuecas, donde una batueca, que vive arcádicamente y en estado de naturaleza rousseauniana en ese feliz valle del corazón de nuestra España, sale a correr mundo y a enterarse de su degeneración. Y Jorge Sand dice que esa novela, que siendo niña le leyeron, influyó en su vida toda. De las Batuecas salimos a La Alberca. Y luego a nuestra querida Peña de Francia, a tomar aire, sol y paz en aquella cumbre de silencio y de sosiego.
Miguel de Unamuno (1864-1936)Andanzas y visiones españolas.

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La Peña de Francia, en la Sierra de Francia desde las proximidades de La Alberca (foto jjferia).
La Alberca
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